Sobre nosotros
Ey.
No sé cómo has acabado aquí.
Igual te lo ha pasado un colega, igual has caído por Instagram, o igual has venido por
curiosidad y ya llevas 10 minutos pensando:
"¿Pero esta gente? ¿Cuadros o una secta rara?"
Tranqui.
Te lo explicamos.
Pero antes... déjanos contarte una historia. La nuestra. Y, si te soy sincero, puede que también sea la tuya.
Verás, durante mucho tiempo fuimos bastante normales.
O al menos lo intentamos.
Estudiamos lo que había que estudiar, dijimos “sí” a lo que había que decir, sonreímos en
fotos, madrugamos para cosas que no nos emocionaban, y fingimos que todo estaba bien.
Pero no lo estaba.
Porque en algún rincón de nuestras entrañas había un ruido constante. Una vocecita pesada
que no paraba de decir:
"Tú no has venido aquí para esto. Tú no encajas, porque has nacido para romper el molde."
Y claro, la ignoras. Al principio.
Te comes tus tostadas, haces tus ejercicios de respiración y te autoconvences de que todo está bien.
Pero no está bien.
Y lo sabes.
Porque por dentro tienes un fuego que no se apaga.
Hasta que un día pasa algo.
No sabes ni qué, ni por qué. Pero te das cuenta de que no puedes más.
De que no quieres ser uno más.
De que estás hasta el cuello de que todo el mundo te diga lo que tienes que hacer, cómo tienes que pensar, a qué hora tienes que fichar, y qué vida deberías desear.
Y ese día, amigo... ese día empieza todo.
Empiezas a pensar diferente.
Lees. Escuchas. Tomas apuntes. Te saltas la serie de Netflix.
Te vuelves el raro.
El que no quiere una vida normal.
El que quiere una vida en la gloria.
Pero claro, no es tan fácil.
El mundo está lleno de ruido.
TikTok, notificaciones, postureo, drama, validación barata… todo diseñado para una cosa: que te olvides de quién eres.
Y peor: que te olvides de lo que puedes llegar a ser.
Y en medio de todo eso, un día cualquiera, como quien no quiere la cosa, nos miramos y
dijimos:
— “Tío... ¿y si hacemos algo que nos devuelva el foco?”
— “¿Un retiro espiritual en el Tíbet?”
— “No, idiota. Algo que puedas mirar cada día. Algo que te sacuda.”
Y así nació nuestro bebé.
NoLimits.
Un bebé con mala leche, voz de motivador callejero y cero filtros. Pero un bebé al fin y al cabo.
Creamos el primer cuadro.
Una frase afilada. Una imagen que no decoraba, sino que gritaba.
Lo colgamos en la pared. Y BOOM.
Fue como tener a tu mejor amigo —ese que no se anda con chorradas— recordándote cada mañana que esto va en serio.
Que si tú no lo haces, nadie lo va a hacer por ti.
Que no viniste a calentar la silla, viniste a marcar historia.
Y ahí entendimos que no estábamos solos.
Porque hay muchos como tú.
Como nosotros.
Gente que no quiere vivir dormida.
Gente que se ha cansado de la motivación light y busca fuego real.
Gente que no necesita decoración: necesita dirección.
Por eso existen nuestros cuadros.
No están pensados por diseñadores de interiores.
Están pensados por luchadores. Por creadores. Por rebeldes con hambre.
No están para combinar con tu cortina.
Están para reventarte la mente cuando te empiece a entrar el miedo.
No son bonitos. Son necesarios.
No susurran. Gritan.
No decoran. Despiertan.
Y si algún día te preguntas qué hacemos exactamente en NoLimits… la respuesta es esta: Vendemos recordatorios. Visuales. Crudos. Urgentes.
De que puedes.
De que debes.
De que viniste a construir algo tan tuyo, tan potente, tan bestia…
que cuando lo consigas, nadie podrá decir que no lo viste venir.
Porque lo viste.
Cada día.
Colgado en tu pared.
Gritándote mientras tú dudabas.
Y si duele, mejor.
Porque eso significa que has dejado de anestesiarte.
Porque eso significa que estás vivo.
Y porque eso significa que ya no hay marcha atrás.
Bienvenido a NoLimits.
No queremos clientes,
Queremos guerreros
Gente como tú que, por fin, está lista para dejar de mirar… y empezar a hacer.
Nos vemos en la cima.
— El equipo NoLimits